Dejar de fumar es posible, aunque para ello la persona necesite una ayuda como la que le ofrece la Unidad de Tabaquismo en la Unidad de Gestión Clínica de Neumología en el Hospital San Agustín. Desde su apertura ya ha atendido a 170 personas. Y en el primer año, ha logrado un porcentaje de éxito del 40%, entendiendo por tal el número de fumadores que han permanecido sin consumir a los seis meses de haber terminado el tratamiento.
El neumólogo Manuel Muñiz y la enfermera Concepción Rodríguez se encuentran al frente de esta unidad creada el 9 de septiembre de 2010. «En Neumología siempre existió una gran sensibilidad hacia el tabaquismo», explica el doctor Muñiz al comentar el origen de este equipo. «En 2009, la Consejería de Sanidad elaboró un plan estratégico contra el tabaco donde se nos invitaba a crear este tipo de unidades y entonces dijimos que sí».
La unidad del San Agustín no es el único equipo del Área Sanitaria III para ayudar a abandonar el tabaco. Atención Primaria cuenta con su propia oferta en diferentes centros de salud, aunque existe una diferencia fundamental entre ambas propuestas. Así, en el San Agustín se ofrece un tratamiento individualizado, buscando adaptarse a las características de cada persona. Frente a esto, en Atención Primaria la base del trabajo es la terapia de grupo para ayudar a alcanzar el objetivo de dejar de fumar.
«El acceso a la unidad es derivado por médicos de Atención Primaria, de Neumología o de otros servicios del Hospital. También la Unidad de Tabaquismo de Primaria nos remite algún paciente», explica el doctor Muñiz, que señala que en las conversaciones iniciales se les comenta la existencia de sus homólogos en Primaria. «Igual hay personas que prefieren el apoyo de un grupo antes que estar en solitario», comenta. De igual manera, reciben a pacientes enviados directamente desde el equipo de Primaria y por idénticas razones.
La Unidad de Tabaquismo se orienta a pacientes con dificultades especiales para dejar de fumar, incluso con varios intentos fallidos. También apoya a las personas con enfermedades graves asociadas al tabaquismo y personal del Hospital San Agustín.
Este año se quiere, además, reforzar la atención a las mujeres embarazadas que fuman y se pretende impulsar una iniciativa con Psiquiatría para que sus pacientes abandonen el tabaco. «Es un colectivo con un gran consumo», recuerda Concepción Rodríguez.
Diferentes abordajes
La actividad de la unidad se centraliza en un día a la semana, en concreto los miércoles por la tarde, ya que tanto Muñiz como Rodríguez deben atender la actividad normal de Neumología. Cada tarde realizan entre 11 y 13 consultas. De ellas, tres son primeras visitas a la Unidad de Tabaquismo y el resto revisiones. «Es un número pequeño, pero esta es una consulta que lleva mucho tiempo. En la primera visita, lo normal es estar entre 40 y 45 minutos con cada paciente. Las revisiones duran 15 minutos, pero el tiempo es variable; en ocasiones un paciente necesita más tiempo y hay que dedicárselo», comenta el doctor Muñiz.
El sistema de trabajo repite el mismo patrón. En la primera visita se realiza una completa exploración de la persona. Además de conocer su estado físico, se busca descubrir los niveles de dependencia psicológicos y a la nicotina de cada fumador. También se trata de descubrir su motivación para abandonar el tabaco, el que para muchos es un amigo al que resulta difícil renunciar.
«La motivación es fundamental. En ocasiones, el paciente ya llega con ella muy clara. En otros casos, se le anima a buscarla durante la entrevista, apelando, por ejemplo al estado de su salud y la mejoría que significará dejar de fumar», comentan Muñiz y Rodríguez.
Conocer el historial médico de la persona también es fundamental, ya que durante esta terapia se le ofrecerá la posibilidad de utilizar tratamiento farmacológico para superar la adicción a la nicotina. «Salvo que descubramos una contraindicación médica, siempre ofrecemos a los pacientes la posibilidad de usar fármacos. Las posibilidades de éxito se duplican», explica Manuel Muñiz.
La barrera de que es el fumador quien debe asumir el coste de estos medicamentos se derriba al aplicar la calculadora. «Los fármacos se utilizan unos tres meses de media y, en los tratamientos más caros, hablamos de un coste que oscila entre los 200 y los 300 euros. Lo mínimo es que los fumadores que vienen aquí consuma una cajetilla diaria, que ronda los 4 euros, es decir, unos 360 euros, con lo que se trata de pasar el dinero del tabaco al medicamento y, aún así, ahorrará». En este año y medio de actividad, la inmensa mayoría de los pacientes optan por la medicación.
Ayuda psicológica
Vencida la adicción física a la nicotina, el mayor esfuerzo del equipo se orienta para derrotar la dependencia psicológica que se traduce en muchos componentes: gestos, hábitos como el cigarro después de comer o en determinados momentos de la vida se presentan como trampas mortales.
«Siempre les explicamos que dejar de fumar es difícil, pero no imposible y que pueden lograrlo. Además de tener las motivaciones, les ofrecemos herramientas para vencer esos momentos de dificultad, les enseñamos pautas para afrontarlos», comenta Concepción Rodríguez.
Así, desde aprender a respirar y coger aire para superar los momentos de ansiedad, a comer fruta para vencer esa sensación de hambre que relatan muchas personas mientras dejan el tabaco... Hacer ejercicio físico, recuperar aficiones, buscar otros gestos que provoquen el olvido de los juegos con los cigarrillos...
«Existen muchos trucos y cada persona encuentra los que mejor le van. Ahora tenemos una gran aliada con la actual legislación. Cuando se permitía fumar en los bares era una dificultad añadida para la persona que trataba de dejarlo; también reforzó la conciencia sobre los efectos dañinos del tabaco», reflexiona Muñiz.
Tras la primera consulta, el paciente regresará para el seguimiento, del que se encargan ambos. «El ritmo se fija según su necesidad; nosotros estamos para ayudarle a dejar el tabaco, hay personas que necesitan regresar a la semana y otras pueden estar dos semanas», comenta el equipo. Lo que no se modifica es la tendencia a ir espaciando el tiempo entre visitas. A los seis meses, se debe terminar el programa. Aunque tampoco es una frontera fija. «Todo va en función de la persona», concluyen.
Fuente: elcomercio.es
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